jueves, agosto 24, 2006

Senderos estrechos, largos, tapados por la niebla de la noche.
Caminaste un largo rato y te dejaste caer.

Te encontré al costado del camino, tapado por las hojas rojas de los arboles del bosque.
Ese bosque que cantaba gloriosos poemas y que me llevaron hacia tí.

Durmiendo, tu cara era la de un ángel.

De las estrellas nacieron tus ojos, del agua, tu belleza creció.

Tus labios cubiertos de sangre roja dejaron salir un último suspiro, un adiós.

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