jueves, agosto 24, 2006

Tuve la sensación de que despertaba dentro tuyo. Que recorría
todas las células de tu cuerpo.
Nos tocamos.
Nos sentimos fuera de nosotros mismos.

Tocaron sus rostros con las manos vacías.
Quedaste allí cubierto de sangre.
De tus ojos salían lágrimas doradas, de tu boca, un grito
estremecedor.
Tu alma te abandonó para recorrer esos lugares a los que nunca
llegaste y volvió para que los sientas propios.
El silencio irrumpió en tu mente.
Decidiste no hablar más. Quedaste en silencio fuera de ti.
Las luces se apagaban, disminuían lentamente.
Pasó a ser un extraño. Estaba allí pero no se veía.
Se sentía su calor cerca pero desaparecía en un segundo.
No pensaste más. Quedó todo en el olvido. Lejos de las emociones.
Te fuiste fuera de ti. Te quebraste en mil pedazos.
Soñaste mil lunas y quedaste sin nada.
Sentiste el gusto, mi gusto.
Toqué tu mano.
Sentí tu calor.
Desapareciste.
No me llevaste a las mil lunas. No llegamos a las estrellas.
Despertaste de un sueño, una pesadilla.
Perdimos todo.
Quedamos solos en una laguna de sensaciones.
Todo en una noche.
Perdidos en la neblina.
Entraste en mi mente y las historias se convirtieron en minúsculas
células que dan vueltas por todo el cuerpo.
Lo mismo repetido una y otra vez.
Saliendo y entrando. Sintiendo y dejando atrás. Viviendo y muriendo,
por siempre en la oscuridad.

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